Cuando se sentaba en esas piedras y el sol o el viento o la llovizna le daban en la cara, inspiraba profundo y cantaba canciones que le venían de la memoria más perdida, como si cantara otra persona y no ella, como si rezara. Canciones que se le aparecían en gaélico, una lengua que no usaba habitualmente. A los veinte años las había hecho suyas, las había entonado, las había saltado en estudios de televisión con pathos, con orgullo tribal y filoso y desafiante, decían los comentaristas.
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Ahora las dejaba salir y salían. No en un susurro. Ni con emoción marcial. Ni mirando a cámara ni mirando al público. Concentrada en otra cosa. Como si las piedras de ese suelo le reclamaran la atención por derecho propio de nacimiento y se hicieran dueñas de su cuerpo subiendo por sus piernas (si es que eso era posible). El aliento se elevaba sin dificultades corriendo entre los desfiladeros, cada vez más potente, cada vez con más cuerpo, las laderas de un cerro y de otro repicaban la voz. Una voz multiplicada. En disolución.
Pía Bouzas Mundos en disolución (Salta el Pez, 2023)
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Gracias infinitas a quienes se sumaron al programa treinta y cuatro de Tienda de canciones en radiosi.com.ar
Este viernes de 16 a 18 hs nos visitan las integrantes de Amor Elefante.
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¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.