La noticia está en la agenda hacia varias semanas.
Una invasión de loros viene haciendo imposible la existencia diaria a las y los habitantes de un pequeño pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires, Hilario Ascasubi (uy, uno de los poetas que le dieron una vuelta de tuerca a la gauchesca en el siglo XIX). Desde las 18 horas, las cotorras toman el cableado de las calles y asolan con sus conversaciones a destajo.
No podemos imaginarnos lo que debe ser convivir entre ese ruido persistente.
Pero no solo eso.
Las costumbres de sus pobladores cambiaron. El espacio comunitario –desde plazas hasta veredas– ha sido saboteado por una alfombra blanca de excrementos.
Debe ser paradójico.
Vivir en un sitio alejado del trastorno y la perturbación propios de la gran ciudad pero una especie animal exhibe lo aterradora que puede ser la naturaleza.
En este paraje, dormir, una de las cualidades más aclamadas por la humanidad, se ha vuelto una odisea.
¿Cómo conciliar el sueño?
¿Cómo hacer para recobrar la memoria del sueño perdido?
¿Cómo volver a caer en el sopor habitual?
Los vecinos dicen cosas (maravillosas, perdón) como: “No te dejan ni escuchar tus pensamientos”.
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Un ensayo de la belga Vinciane Despret, “De lo que hablan los loros”, focaliza en los años que perdió la ciencia (conductista) en no escuchar a los loros.
Si el lugar común es reconocer que los loros hablan, en verdad, ese lenguaje operaba (para los dispositivos conductistas de la ciencia de laboratorio) como imitación y no por los carriles del aprendizaje.
Todo cambió cuando los investigadores comprendieron que “para hablar, primero hay que tener algo para decir, y sobre todo, alguien a quien decírselo”.
El momento eureka.
Los loros iban a mantener una conversación pero si había humanos de por medio. Si había triangulación. Si pasaban cosas.
Es más, “¿y si los loros no eran parlanchines sin cerebro, sino simplemente seres que hasta ese momento no habían tenido la oportunidad de ser puestos a prueba por preguntas que le interesen?”, advierte Despret.
Hablar era aburrido para los loros.
Había que encontrar algo interesante para que haya conversación.
Acá, entre los seres humanos, tenemos ese conflicto.
Hablamos hasta los codos pero en general no decimos nada. Narcisismo a mansalva. ¿Sabían que el gran Lucio V. Mansilla supo tener el récord de horas y horas de hablar sin parar en un salón de la época?
Hay que encontrar algo interesante para decir, ese es nuestro reto.
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Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a todas las personas que trabajan en las universidades públicas y ponen el cuerpo (y su conocimiento) todos los días para que seamos un mundo mejor. Pese a los funcionarios gubernamentales de turno.
Además, gracias infinitas a quienes se sumaron al quinto programa de Tienda de canciones en radiosi.com.ar
Este viernes de 16 a 18 hs nos visita Dani Nijensohn.
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Aviso parroquial: salió una preventa de mi sexto libro de poemas, Leucofobia. Estará abierta hasta el 20 de agosto. Si van a la FED este fin de semana, lo van a encontrar recién salido del horno en el stand de Caleta Olivia (stand H33-34-35). Y vayan agendando: lo presentamos el próximo jueves 15 en Fetiche Libros con un elenco estelar.
Aquí va el link para que puedan escuchar este capítulo:
Se agradecerán los comentarios y recomendaciones en redes sociales.
¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.