Marlon Brando se jactaba de nunca haber leído una novela, mientras que un ex presidente argentino –¿murió posta? porque se multiplican sus espectros en la escasa y retrógrada función pública– al revés: leía novelas y más las de Borges.
El fin de semana un amigo me pasó una nota de un medio español que versa –a grosso modo– sobre la inutilidad de leer; en verdad, en torno a lo obtuso que representa ser una persona leída, alguien que se jacta de sus lecturas.
“La duda es la jactancia de los intelectuales”, dijo alguna vez el militar que se levantó contra la Constitución, Aldo Rico.
Unas semanas atrás, una muy buena nota en eldiarioar rescata los testimonios de una serie de estudiantes de universidades públicas de la provincia de Buenos Aires frente al avance del Poder Ejecutivo en el desfinanciamiento de la educación pública, libre y gratuita.
Pero con una particularidad: la suma de personas entrevistadas comprende la primera generación en sus familias que cuenta con título universitario.
En casi todos los casos se repite una instancia: ingresar en el territorio académico les abrió la cabeza; o los hizo mirar al mundo distinto. No somos la misma persona después de cursar.
La mirada es otra.
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Esto me trajo a la memoria la cantidad de veces que tuve que hablar frente a audiencias distintas en distintos puntos del país, y cuando surgía el pasado de mi formación, yo recalcaba que haber ido a Puan, estudiar Letras, me hizo observar la realidad de otra manera.
“Me abrió la cabeza”, como la frase que repiten los estudiantes de la nota citada. Aunque a la vez esa instancia universitaria me acomodó en la vida: siempre la duda antes que la celebración, siempre el argumento antes que la opinión.
No solo se trataba de aprender gramática o lingüística, teoría literaria o idiomas clásicos, sino también ingresar en una lógica para combatir lo dado, el sentido común, las arbitrariedades, los negacionismos, el odio, la discriminación.
Aquí alistados, detesto decirlo, son los estandartes de quienes con muy poco electores –y funcionarios– gobiernan los deseos y anhelos de las mayorías.
Una pena este clima de fanfarria antiintelectual y autoritaria.
Recuerdo la frase que alguna vez le escuché al escritor Walter Lezcano ante una audiencia de personas privadas de libertad, donde con sus pelazos al aire y ese vozarrón, el hacedor de La belleza del ruido – Una aproximación al viaje de Suárez y Rosario Bléfari subrayó: “La lectura me salvó la vida”.
¿Tengo que concluir con la obviedad –en épocas donde la libertad no avanza, es más, es maniatada y discontinuada– de que “la lectura nos hace libres”?
¡Lean, che, no sean un l… retrógrado y pelotudo!
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a la casta de los jubilados. Una pena muy dolorosa volver a ver esa película.
Aviso parroquial: este viernes 6 de septiembre estaremos con Francisco Bochatón en el CCK haciendo El arte del merodeo, una hora en la que saltaremos de la liana de la canción a la de la poesía. Arrancamos a las 19 hs. Entrada gratuita (hay que retirarla desde dos horas antes).
Además, gracias infinitas a quienes se sumaron al noveno programa de Tienda de canciones en radiosi.com.ar
Este viernes de 16 a 18 hs nos visita Richard Coleman.
Aquí va el link para que puedan escuchar este capítulo de la Telaraña:
Se agradecerán los comentarios y recomendaciones en redes sociales.
¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.