Obra de @marsances (y tapa del EP de Las Escuchas, El funeral de Cenicienta)
Siempre quise componer un “himno generacional” (sí, con comillas y todo).
Esa canción que golpeara en el corazón del espíritu de los tiempos. Ese hilo musical que cobijara en su deslizamiento el entusiasmo de estar vivos pese a los vivos. Esa letra que cantara las cuarenta pero sin necesidad de golpes bajos o frases efectistas.
Un fresco de época, pero con batata.
Componer una canción es fácil, pero que esté buena, que pase algo, es otra cosa.
No es sencillo componer una canción que contenga multitudes, aunque no es sencillo tampoco no querer hacerlo. Siempre hay un motivo. Siempre existe la tentación de abrir la puerta para ir a jugar.
No voy a ahondar en el término en inglés “play” y sus distintas implicancias.
No obstante, algo de eso ocurre si indagamos en las diversas aristas que se van esparciendo a la hora de escribir una canción.
Una línea melódica presupone un universo en la punta de la lengua.
Una frase invita a otra.
Tanto se construye como se destruye el castillo de arena.
Existe cierta resistencia a decirlo todo. Y así y asá.
Hasta que algo que era un mamarracho, ahora demuestra solidez y enjudia. Camina sola, la canción.
Hace unos años con unos amigos que nos juntábamos en la librería de uno de ellos, armamos una banda de spoken word.
El único que era músico y ejercía de ello en ese momento era el baterista. El bajista tenía que grabar un video con las notas de los temas. El guitarrista hacía bocha que no tocaba pero se las ingenió y enseguida le encontró el flow (en estos días está grabando un disco solista).
Este humilde servidor se encargaba de la voz, pero no cantante. Una suerte de recitador, minimalista en ciertos momentos; testarudo en otros. Leía unos poemas en torno al tiempo, los trenes, la huida hacia adelante.
“Yendo o huyendo”, era la frase central de uno de los textos. Aún tengo fans de esa frase…
A la banda le pusimos Cuciuffo For Ever.
Tocábamos con capas negras de monjes. Las visuales las hacía mi adorada pareja. Pero no nos presentamos muchas veces. A lo sumo en dos eventos. Un viejo amigo, productor legendario del indie local, estuvo en el primero y dijo que fue el mejor show de todos lo que vio míos (organizó varios de Spleen).
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No seguimos con Cuciuffo For Ever porque me metí a grabar un disco con otro viejo amigo, a dos guitarras. Él, la eléctrica. Yo, la española. Tierra baldía se tituló el álbum y salió bajo el nombre de GAN. Tocamos un par de veces. No estuvo mal.
Pero, en mi caso, había perdido la gracia el hecho de subirme a un escenario después de probar sonido, esperar tres horas…
Sin embargo, seguí escribiendo canciones. Algunas, no muchas. Suelo escribirlas cuando hay que grabar o salir a tocar. Pero esta vez el horizonte no era claro, y ahí estaba yo, con la antena prendida.
El radar preparado a decodificar las distintas señales en el aire.
Así llegué a “¿Qué hago con la noche?”, esa canción que acaban de producir e interpretar maravillosamente Las Escuchas, y que junto con “Como oro” –otra de esos años– forman parte del flamante EP El funeral de Cenicienta.
Si la escuchan a la primera de ellas, enseguida notarán el diálogo entre los deseos de la noche –salir, la joda, la resaca– y las objeciones que pone la voz narradora. Como haciéndole entender a “ella” que los planes son otros. La edad, el cuerpo, las obligaciones, piden otra cosa, cuentan con otros propósitos.
Si rememoro esos días en que tenía el futuro de la canción en la cabeza, se me cruzaba mucho esto de dar con un “himno generacional”. Había algo.
Dar cuenta –oh, Puan– de ese tironeo tan vital entre el pasado y el futuro. Como si el presente no pudiese aún hacerse presente. Había que atravesar el lodazal (¡pero nunca vestidos de blanco!).
No quería plasmar nada en concreto, sino el revuelo de eso que era incierto pero indudable: queríamos otro tipo de diversión, otro tipo de salida. Lo único que no dudaba era en mi deseo de escribir un “himno generacional”.
¿Qué piensan? ¿Lo logré?
***
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a las y los estudiantes / docentes / empleadxs no docentes de las universidades públicas argentinas.
Aviso parroquial: en las librerías del ramo ya se encuentra Leucofobia, un libro que planea sobre el tembladeral y hace lo imposible por salir ileso. ¿Lo leyeron? Me encantaría que comparten en sus redes una foto con el libro. Se súper agradece a quienes ya lo hicieron.
Además, gracias infinitas a quienes se sumaron al decimotercer programa de Tienda de canciones en radiosi.com.ar
Este viernes de 16 a 18 hs nos visita Pablo Perantuono.
Aquí va el link para que puedan escuchar este capítulo de la Telaraña:
Se agradecerán los comentarios y recomendaciones en redes sociales.
¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.