El martes por la tarde salí de la pileta. Había estado más de cuarenta y cinco minutos entre el flota flota (haciendo ejercicios de rehabilitación para mi rodilla operada) y algunas brazadas. Tendría que haber una droga que simule o emparente ese estado de felicidad que produce el agua.
Cuando iba al club, visualicé en la vereda de enfrente por lo menos cinco cajones, esos de madera que se apilan en las verdulerías. Claramente es una obsesión de otras épocas aunque siempre vigente: pispear si doy en la calle con esos cajones. Un modo de tener las maderitas para el asado de los domingos.
¿Quién no piensa lo mismo? Es más, veo un cajón de madera en la calle y se me hace agua la boca, muy pavloviano lo mío. Una asociación de las tantas ilícitas que nos rodean.
No obstante, hay un hecho más escabroso y actual. Después que levanto un cajón inmediatamente pienso: "¡Qué descaro! ¡Qué confianza en el mañana!”
¡Un asado, un asado!
¡A vos no te va mal gordito…!
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Casi cuarenta y un año atrás (28 de octubre de 1983), un tal Herminio Iglesias quemaba un ataúd (un cajón) en el palco del PJ.
¡El horror, el horror!
¡La barbarie, la barbarie!
Imagino a las hijas e hijos de todas esas familias respetuosas de las instituciones contemplar a sus progenitores (bueno, veníamos de una dictadura, aún muchos no sabían toda la carnicería sangrienta que se había desatado desde el 24 de marzo de 1976) horrorizados viendo semejante espectáculo: “¡Qué horror, qué horror!”
¡¿Cómo ese tipo feo feo feo muy feo quema un ataúd con los símbolos de su contrincante político?!
Pero aquí estamos, casi cuarenta y un años después, y esas mismas familias, ese mismo linaje, mira para otro lado cuando Chirolita (para lectoras y lectores del extranjero: el alias del presidente de turno argentino) triplica su verba violenta y asegura ser el encargado de poner el último clavo en el ataúd de su contrincante, una ex presidenta.
Sin embargo, esas familias, ese linaje, ni se inmutan.
Mutis por el foro.
No obstante, son las mismas personas que suelen rasgarse las vestiduras por el cuidado y el futuro de las instituciones: ¡las instituciones, ay, las instituciones!
Sin remate.
Porque en remate están las instituciones, dirían esas personas que ahora viven calladitas, muditas.
***
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada al Muñeco Gallardo y sus players. Elijo creer.
Además, gracias infinitas a quienes se sumaron al catorceavo programa de Tienda de canciones en radiosi.com.ar
Este viernes de 16 a 18 hs nos visita Capri.
Aquí va el link para que puedan escuchar este capítulo de la Telaraña:
Se agradecerán los comentarios y recomendaciones en redes sociales.
¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.