“Siempre estuve sola rodeada de gente
mi único interés es esa onda eléctrica
que cubre la ciudad de noche
pasa perversa por mi cara
y susurra cosas para poder seguir”
“Armo cosas hermosas para admirarlas y destruirlas
ponerles una bomba en la cara
antes me daba miedo
ahora comprendí que esa soy
mi naturaleza destructiva es hermosa
y está por desaparecer”
Dos momentos de la flamante apuesta poética de Fernanda Maciorowski (Puerto Madryn, 1982), Reina border (Espacio Hudson). Un texto que puede leerse como el diario de un cuerpo que camina sobre una telaraña. Una suma de poemas que tanto tienen de confesionales como de puntazos, tanto de intensas semblanzas como retratos de una dulzura quirúrgica.
Dice Verónica Pérez Arango en el prólogo: “Lo que se cuenta es una mujer sonriente frente a la llamarada: está feliz y a punto de desaparecer, a punto de mutar otra vez”.
Los elementos de este libro pueden ser el ansia de ser deseada, el rechazo a las formalidades, el desequilibrio que produce el equilibrio, cómo quema todo lo que nos encanta y embellece, chongaje y soledad, plantas y amantes, promesas sobre la pista de baile, reinas y diosas patagónicas, I Ching y champagne, el mar e Irene Gruss, el jardín y Diana Bellessi.
Esa voz que rodea el lenguaje de la piel, puede mostrarse tan indefensa como segura: “Necesitamos la ternura/ para amar y renegar de amar”. Esa tensión, ese ir y venir, ese ejercicio a veces lacerante (“nunca voy a ser mansa aunque me duela”), indaga asimismo en los cortocircuitos de la práctica poética, o hasta dónde los versos están regidos por la sangre y el dolor, o cuándo esa sangre y ese dolor son la propia estela del arte poético.
En un punto, Maciorowski experimenta en Reina border con esos bordes, justamente. Brinda un avistaje a la crudeza de la vida cotidiana a través del lenguaje, de la sintaxis, de una respiración y un tono.
Ante ese mundanal desconsuelo, ese desatar de los sentidos, ese abrevar en las comisuras del diablo, Reina border nos invita a gozar de las maravillas de las contradicciones.
“No se puede ser siempre el centro de la fiesta
y estar arriba diciendo lo que creo que es para mí
lo merecido
lo justo”
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a la memoria del poeta Alejandro Rubio, quien nos dejó días atrás.
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¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.