Claudio Barriga es un odiador serial de todo lo que camina por el mundo, aunque pone especial énfasis en el rubro empleado público.
A este le achaca una mediocridad inherente a cierta vagancia infalible / refractaria / perenne –términos e ideas que retumban en el cerebro de todo odiador serial que se precie–, cuando su animadversión esconde algo primordial.
Pero algo primordial y no menos contundente. Y, de palomita, casi un bumerán: su propio empleo con el que lleva el pan (duro) a su casa es también tan mediocre y tan mal pago como el del empleado público al que hace referencia.
¿Espejo roto? No, culo roto.
Pero hete aquí que vientos zondas de por medio y vaya uno a no saber qué, este odiador serial modelo se atreve a creerse superior a esa eminencia gris, estandarizada y estigmatizada que comprende el concepto empleado público.
Es más, el tipo además se autopercibe más preparado que el empleado público a quien blasfema por su mediocre preparación, justamente él, preparado mediocremente para ser un mediocre demente.
Una cosa de locos. Freudismo básico.
¿Qué lo hace pensar a este odiador serial que su preparación, su eficiencia, su entrega, su esfuerzo, sus herramientas, sus estandartes, sus aportes, vienen de un abolengo imantado de meritocracia y no la pestilencia de esa mediocridad soberana a la que en vez de enaltecer, la proyecta como escoria, sin ver que él también baila en ese lodo?
(Nuestro querido homenaje al escritor y poeta argentino Osvaldo Lamborghini, a 84 años de su nacimiento el 12/04/1940; y las gracias infinitas a la poeta y escritora Gabriela Borrelli Azara por estar siempre.)
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a toda las trabajadoras y trabajadores del sector público. (Pensar que muchas criaturas del cielo que viven del Estado desde hace añares -con sus negocios turros, con sus carguitos, con sus puestitos-, lo odian y lo hacen responsable de todos nuestros males. Vergüenza es poco. Si tanto joden con el sinceramiento de precios -¡no los escuché hablar de sinceramientos de salarios a ninguno de los turron(e)s de (in)comunicadores sociales que supimos conseguir!-, haganse cargo que si no fuese por el Estado y su amplitud de miras, todos ustedes turritos del carguito y la meritocracia no podrían ni atender un teléfono en empresa privada alguna. Vayan a laburar en algo digno)
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¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.