(Imagen: Neil Piddock)
Es muy común que el tipo viva acomplejado. No es que no sea bien parecido. No es que no sea inteligente. No es que no tenga aura. Sin embargo, todas estas atribuciones no alcanzan para remediar su padecimiento.
Considera que es un talento desperdiciado.
¿Pero es tan talentoso como cree?
Por empezar, ninguna de sus obras, de sus iluminaciones artísticas, permiten que pague los servicios o las cuentas de la casa.
¿Es talentoso entonces pese a que no puede ni por asomo vivir de eso que lo abstrae del mundo durante horas; eso que lo margina de su familia y que muchas veces le cambia el humor cuando no logra lo esperado?
Negado al mundo. Negado por el mundo.
¿Será por culpa de su óptica cultural? ¿Muy pop para la cultura alta y muy esnob para la cultura popular? ¿Su modernismo popular no llama la atención?
Castigándose por su incapacidad de crear ese motivo que tenga al mundo a sus pies, camina y camina. Se come las uñas que no tiene. No sale de su indignación. A veces contra el mundo. Otras, contra él mismo.
Oh, llamar la atención. Oh, acaparar la atención.
(Imagen: Pablo Ardura)
¿Cómo franquear esa cortina que lo excluye de una conversación que está dispuesto a dar pero para la que no lo llaman?
Oh, llamaradas de un infierno cotidiano. Oh, pestañas de un sueño endemoniado.
“El infierno es personal e intransferible”, escribe Fernanda García Lao. Dice el pintor Daniel García: “Las obras de arte son como los relojes descompuestos, cada tanto dan la hora justa”. “Nunca me oíste en tiempo”, cantaba Luis Alberto Spinetta.
¿Es pertinente el reclamo? ¿Ha sido expulsado por no estar a tiempo? ¿Por irse de tiempo? Daniel Melero subraya: “El único modo de funcionar en el sistema como adelantado es estar un poquito adelantado”.
El tipo espera algo que no sabe por qué se le niega. ¿Qué le exige él al sentir popular?
¿Y si se le debe algo?
¿Si eso que realizó, aunque fuese muy poco en términos de éxito o dinero, hizo feliz a una cantidad no muy grande de personas, pero los hizo felices y punto?
(Este texto pertenece a Gotas de mercurio, un libro de este humilde servidor que aún no tiene editorial. Así que si entre lxs lectores se encuentra alguna que desee saber algo más del mismo, me escribe. Será un placer hablar de un texto que se inscribe en la tradición de los libros sobre subrayados.)
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a las víctimas de la espera, como decía Antonio Di Benedetto.
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¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.