La mesa de trabajo de Gisela Faure. De su serie “Suspendidos”.
“Nadie lee”, sentencia uno de los periodistas encumbrados en la cena que compartimos este domingo último. Como no hubo fútbol, hablamos mucho de fútbol. Muchas risas. Ricas empanadas. Los Redondos o Charly, ¿lo mejor del rock argentino? La crónica sobre un narco rosarino. Nuestro primer show rockero. ¿Larga vida a los CDs?
El repertorio de la noche es extenso. Pero me quedo con esa sentencia: “Nadie lee”. Y las preguntas que empezaron a invadirnos como mosquitos: ¿de qué carajo vamos a vivir? ¿Para qué carajo nos rompimos el alma estudiando, escuchando, yendo, huyendo, si el nuevo paradigma avisa que nosotros, los intermediarios, los mediadores, no estamos incluidos en la oferta?
A chuparla, playeros urbanos.
Unos jueves atrás vamos a la sala Lugones al estreno de “La terminal”, la flamante película de Gustavo Fontán. La protagonista es una cámara que sigue a los usuarios de las distintas líneas de colectivos que arriban a la terminal de La Falda (Córdoba). En tanto, oímos de vez en cuando como si fuese un moscardón la respuesta a una pregunta que no escuchamos pero inferimos: contar una historia de amor. “Me enseñó a mirar”, destaca una de ellas. Muy sensorial todo. Luces y encuadres muy poéticas.
Unos días después, un amigo en X sube esto:
Acomodando la biblioteca
Encaré de nuevo
El asunto de la poesía
Y me parece que ya no funciona
O soy yo o sos vos, poesía
O los poemas del chancho editor
Solo quedan las rimas
Mejor vos que yo
César Vallejo perdonamos
Seguro alguno te leyó.
A lo que un seguidor le contesta:
No es el momento. Dejalo fluir. Reintenta más adelante. Momento epifanico cuando entrás en su órbita.
Concuerdo con esta devolución. No está bueno entrar en la poesía por el lado de la coacción. “Cuando el amor no entra, no empujes que no va a entrar”, cantaba Gabo Ferro. Leer poesía es un accidente pero placentero.
Si hablamos de poesía, tengo dos maestras. Graciela Perosio, quien me dio las primeras nociones a los diecinueve años, y Delfina Muschietti, fundamental para encontrar mi voz a los veintipico.
En estos días, Graciela presentó su nueva aventura, Como la sierva sedienta (El jardín de las delicias). Ella es increíble. Una voz tan potente como emotiva. Tan sugestiva como graciosa. Y cero careta. No se come ninguna.
En Como la sierva sedienta explora por un lado los días aciagos de la pandemia y cómo los pequeños rituales nos alentaron a seguir pese a esa suspensión, ese contacto impedido; y por el otro, en la serie “Morada nocturna”, indaga en la memoria y el deseo (a lo T. S. Eliot), en la soledad y la fortaleza de los vínculos.
“Solo el anhelo
de ser
lo que no fuimos”, escribe Perosio.
O
“qué dulce es siempre
lo que no se ha probado”.
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a las y los trabajadores de la UBA, a todas y todos quienes nos hemosformado en esa casa. Este martes 23 de abril nos vemos en la Plaza de Mayo en reclamo de fondos y en rechazo al ajuste que está aplicando el gobierno de Javier Milei.
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¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.