Bailando sobre una Telaraña #76 🪩🕷🕸
GUSTAVO ÁLVAREZ NÚÑEZ Dos horas de novedades musicales, cero desperdicio
Hace poco tomé la determinación de comprar broches nuevos.
¿Quién anota en la lista de compras una docena de broches? ¿Quién se toma el tiempo de ir hasta la tienda del ramo a hacerse de un paquete de broches? ¡Qué embole comparar cuál es el broche indicado!
Ahí, en medio de la pila de prendas, en ese maremoto de recuerdos que desprende una fragancia particular y rozagante, en el hinchabolismo que implica acomodar pantalones, camisas, suéteres, remeras, piyamas, bombachas, calzones y medias en el tender o en la soga.
Ahí, en el fragor de la batalla, zacate, el puñal de la procrastinación: “Uy, ay, cuánto viento, ¿por qué no compré los broches?”
¿No les pasa?
Por supuesto que solo me acuerdo de su escasez en ese insante, pero después el trajín de la jornada, el desliz de las horas, los cotejos pendientes, van llevando agua para su propio molino. Es un acto de procrastinación explícito (perdón por subirme a tu red maravillosa de todos los sábados, Diego Geddes).
¿Cada cuánto compran broches?
¿Compran los justos?
¿O tienen reservas?
¿Maderita o plástico?
Una de las conversaciones que generaba las primeras mudanzas entre mis amistades era el rol del papel higiénico en el nuevo hogar; pero uno en particular consideraba una falta de respeto gastar más guita en un producto para limpiarse el culo que en drogas o alimentos.
No hace mucho en una reunión en la casa de unos amigos, una amiga de ellos me tuvo media hora poniéndome al tanto de su toc: tiene una colección de broches con infinidad de colores, porque no puede colgar la prenda de un color equis sin su broche de color correspondiente.
“Cuelgo la ropa según el color de los broches y el color de la ropa. Por ejemplo, si la remera es amarilla, pongo broches amarillos. Si es roja, broches rojos”, me dijo.
“¿Pero cómo hacés cuando tenés un buzo como el de Freddy Krueger? ¿Qué le ponés?”, le consulté haciendo referencia a una prenda de varios colores.
“Hago un combinado. Tengo un montón. Una gama impresionante de todos los colores. Tengo tender y soga. Lo que pasa es que lo tengo todo separado en una caja, todo armado con los colores, porque si no perdería un tiempo divino”, me explicó ella.
“¡La que gastás en broches!”, exclamé.
“Sí, porque si veo algún broche que no tengo, lo compro”, cerró ella.
Esta emisión de Bailando sobre una Telaraña está dedicada a un gran amigo que la está luchando contra la enfermedad más desigugal e incocebible que supimos conseguir. ¡Aguante, Juanjo!
Se agradecerán los comentarios y recomendaciones en redes sociales. Y mucho más los aportes vía cafecito (¡no tengan miedo ni crean que es poco lo que para mí es mucho!).
Ingresen a este link y ahí verán la opción para colaborar. ¡Mil gracias!
¡Nos vemos la semana próxima!
Bailando sobre una Telaraña, la vuelta de tuerca al algoritmo.